Cuando Catalina Garrido Rojas, con 24 años, salió al mundo laboral a buscar trabajo conoció a Jorge Cuturrufo, un empresario senior independiente con una empresa categoría B en el rubro de la minería, de las energías renovables y de celulosa. Él le realizó una entrevista moderna, donde le preguntó cómo se veía de a sus 30 años, y cuál era su plan.
En ese momento ella le dijo que a los 30 años quería tener su propia empresa y que su plan para llegar a eso era encontrar un trabajo, aprender del rubro, tal vez estudiar unos años más en el extranjero y montar su empresa. Él le respondió: “¿Por qué a los 30 y no ahora?”. Remarcándole lo que posiblemente sería a sus 30 una vida cómoda y asalariada difícil de dejar con muchos compromisos económicos. “Cada vez se te hará más difícil emprender, ahora no tienes nada que perder y tienes todo para arriesgar, además si empiezas ahora o a los 30 cometerás los mismos errores y pasarás por los mismos desafíos y aprendizajes del emprendedor”, le aconsejó.
Su plan cambió al instante. Decidió emprender, no sabía bien en qué pero estaba decidida a comenzar su primer negocio. Así fue como Jorge Cuturrufo se convirtió en su mentor de emprendimiento.
De la tésis al negocio.
Indagando en sus ideas Catalina tenía fresco que en su tesis universitaria había fabricado un biorreactor casero que funcionó perfecto. El mismo era utilizado para escalar bacterias probióticas. Tomó esa idea y decidió llevarla un paso más allá.
“Decidí comenzar a diseñar biorreactores de 50 litros y buscarles potenciales compradores que necesitaran cultivar sus propios microorganismos. Fue así como surgió la idea de ofrecérselos a las cervecerías para que cultivaran sus propias levaduras”, nos relata Catalina.
Sin embargo, al reunirse con cerveceros para mostrarles los diseños y darles la cotización de los biorreactores el feedback no fue del todo positivo. Era una inversión muy alta, encontrándose fuera de sus capacidades técnicas, aunque le demostraron mucho interés en fermentar sus cervezas con levadura líquida recién cultivada. Si ella les ofrecía eso, le comprarían.
Así fue como surgió la idea del negocio, que terminó transformándose en Yeast Propagator Bank (YPB): una empresa que almacena y cultiva variedades de levaduras para la industria cervecera y de otras bebidas fermentadas.
El proceso.
Para iniciar el negocio, consiguió su primer fondo con el programa TSF de Start-Up Chile, el cual le permitió comprar los primeros equipos para montar un laboratorio microbiológico y pagarle al primer personal.
Cuando los cerveceros le pidieron que cultivara levaduras líquidas para ellos, comenzó a hacer un estudio de mercado nacional y mundial. De esa manera descubrió que a nivel LATAM no habían productores de variedades de levaduras líquidas. Sólo existían los proveedores los cuales importaban levaduras liofilizadas, principalmente, y si es que importaban levadura líquida sólo lo hacían en formatos para cerveceros caseros, entonces las cervecerías no tenían alternativas más que cocinar con levadura en polvo.
“Analizando el mercado vimos una oportunidad de mercado de más de US$100 millones, sólo en Chile y de US$3.000 millones a nivel LATAM”, afirma Catalina.
Hoy en día cuentan con un laboratorio biotech constituído con capacidad de producción de 900L/mes de cultivos microbiológicos, con un cepario de más de 40 cepas de levaduras y más de 10 bacterias acido lácticas (también usadas en procesos de fermentación). Su equipo asciende a 5 personas.
Expansión comercial.
A nivel comercial se encuentran escalando ventas, habiendo abierto una nueva línea de negocio a nivel corporativo llamada YPB-labs. La misma está orientada a clientes más exclusivos del área de I+D principalmente. Así laboratorios y startups, están pagando hasta 50 veces más que una cervecería. “Con YPB-labs ofrecemos a negocios que utilizan algún microorganismo como materia prima y que estan en una fase de desarrolo o piloto, la posibilidad de escalar a una fase de producción comercial”, comenta la fundadora.
Alguno de sus próximos desafíos serán alcanzar para el 2020 el 20% del mercado cervecero nacional con YPB. También posicionarse como un partnership entre los laboratorios y startups de I+D , consolidando ventas con al menos 3 clientes nuevos mensualmente. Adicionalmente, planean la posibilidad de escalar el negocio al resto de Sudamérica a través del modelo de franquicia.
Una breve pero profunda carrera de éxitos
“Mi máximo logro ha sido alcanzar mi <<break even>> lo cual se traduce en todo los pasos previos que hice para que YPB funcionara; haber montado el laboratorio biotech optimizando al máximo el capital que he tenido en mis manos, haber consolidado un buen equipo de trabajo y las decisiones estratégicas en los momentos indicados”, cierra Catalina.
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